Cuando nos convencemos a nosotros mismos de que la mayoría de las cosas que buscamos afuera, en algún lugar, en un trabajo, en un logro, en alguien más, son cosas que solo se encuentran en nuestro interior, comenzamos a ver las cosas desde otra perspectiva, comenzamos a buscar mayor conexión con nuestro centro y a tomar decisiones más acertados en cuanto a nuestro mundo exterior.
Uno de los errores que solemos cometer, es buscar seguridad vinculándonos a alguien. Buscamos sentirnos seguros de diferentes maneras: buscamos seguridad económica, buscamos refugio para nuestro afecto, buscamos el poder contar con alguien que nos aliviará en los momentos en los cuales nos necesitamos, buscamos tener a alguien en quien confiar, buscamos a alguien que pueda representarnos socialmente, buscamos a alguien que nos cuide, buscamos a quien aligere nuestras incertidumbres…
Pero muchas veces no nos damos cuenta de que esas cosas no las debemos buscar en nuestro exterior, somos capaces de proveernos, contenernos, refugiarnos y representarnos a nosotros mismos y paradójicamente cuando nos hacemos conscientes de este hecho y dejamos de buscar suplencias fuera de nosotros mismos, comenzamos a atraer todo aquello que refuerza esa capacidad de darnos todo aquello que podemos llamar necesidades.
Cuando nos sentimos cómodos con lo que somos, cuando trabajamos por lo que nosotros queremos y nos ocupamos a diario en dar al menos un pasito hacia donde queremos llegar, todas las dudas se disipan, los miedos se callan para observarnos andar y lo mejor de todo es que esa seguridad la proyectamos y nadie se acerca a nosotros a proponernos algo que no encajará en nuestros planes. Atraeremos a personas que sumarán a nuestras vidas desde su propia vía de realización, pero sin pretender ningún tipo de chantaje emocional porque es evidente que no aplicará.
Aprendamos a conocernos, dejemos de limitarnos y restarnos valor, pretendiendo que alguien llegará a nuestras vidas para resolverlas… Las cosas funcionan normalmente al revés: ponemos en orden nuestras vidas y atraemos las personas que se ajusten a ese nuevo escenario.
De lo contrario nos vincularemos a alguien desde el miedo, desde la dependencia, desde la necesidad y lo que haremos será generar apegos que terminarán por hacernos daño y no obtendremos lo que estuvimos buscando y estaremos enredados en una relación que normalmente nos roba energía y de seguro nos costará salir.
Evitemos las distorsiones en lo que queremos en nuestras vidas y aprendamos a ver que muchas cosas no estarán en alguien diferente a nosotros. Hacernos conscientes nos abre un abanico de posibilidades, porque es más fácil establecer un nexo con quien no tiene que llenar un espacio que creíamos vacío, es más fácil ver al otro sintiéndonos individuos completos, con ganas de amar y ser amados y no como un ser con faltantes que alguien más debe rellenar.
El amor propio normalmente ocupa todos esos espacios que creemos están vacíos.
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